Infancias con discapacidad pagan la cárcel de sus padres y madres

Infancias con discapacidad pagan la cárcel de sus padres y madres

Por: Guillermina Trejo López

Estefany tenía un año. A esa edad padecía cáncer y debía tener cuidados especiales. Murió un año y medio después porque dejó de tener los cuidados especiales que necesitaba porque encarcelaron a su madre, Mónica Cuevas Monzón, quien está acusada de secuestro y delincuencia organizada, delitos que asegura no haber cometido.

Esta madre de familia cumplirá 11 años en prisión el próximo 5 de noviembre, los delitos no le han sido comprobados y acusa que policías la torturaron para obligarla a declararse culpable.

Desde el Reclusorio Femenil de Tanivet, en Oaxaca, Mónica relata en entrevista telefónica lo que vivió cuando la separaron de sus tres hijas.

“Mi hija falleció a los dos años y medio, yo estando en prisión. Ya no la volví a ver más. Hasta ahorita no puedo superar todo eso, me la arrebataron, me amenazaban que si yo no declaraba a ella me la iban a robar, me amenazaban con que, a mis hijas, las mayorcitas, les iban a hacer cosas feas, yo tenía mucho miedo y tuve que firmar.

“Ella recibía quimioterapias, era una niña muy hermosa, muy luchona, ella quería vivir, era una niña muy linda”, describe Mónica.

En el 2010, cuando fue aprehendida, su bebé y dos hijas más, de 11 y 10 años, quedaron bajo el amparo de su madre, Issa Monzón.

“Mi mamá la seguía llevando a quimioterapias, pero mi mamá, por recursos… Es una mujer sola, es epiléptica y mi mamá sufría mucho con la niña”, agrega.

“Quiero estar con mis hijas, hablo por teléfono con ellas. Para mí lo más importante son ellas, porque les hago mucha falta, porque trato de no mortificarme, pero sé que me necesitan mucho. Vivieron toda su adolescencia sin mí”.

Esta es sólo una de las muchas historias de menores de edad que tienen que salir adelante mientras sus madres están en prisión.

Infancia discapacidad

ESTIGMAS Y CARENCIAS

El estigma que padecen niñas, niños y adolescentes por tener a su madre o a su padre tras las rejas es una constante, según cuentan mujeres que han estado presas.

A eso se le suma la discriminación por tener alguna enfermedad crónico-degenerativa o discapacidad y la vulnerabilidad por las carencias económicas que enfrentan sus cuidadores.

De acuerdo con Beatriz Maldonado, ex interna y fundadora de la organización Mujeres Unidas por la Libertad, son, en su mayoría, personas de la tercera edad quienes asumen la responsabilidad de niños y niñas.

“Estamos hablando de ambas personas en estado de vulnerabilidad, tanto la persona de la tercera edad, que también tiene problemas de enfermedades crónico degenerativas por la misma edad y, luego, hacerse cargo de estos niños.

“Afuera de las cárceles, el Estado ni siquiera se toma el tiempo para ver dónde quedan esos niños, quién se queda a cargo del cuidado, la economía; el Estado no sabe qué es lo que pasa, no procura, no visibiliza las necesidades ni de las personas privadas de la libertad ni de sus hijos”, refiere Beatriz.

La Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes establece que los menores de edad tienen derecho a reunirse dentro de un núcleo familiar, sin embargo, en estos casos la Ley parece que es letra muerta, ya que la falta de apoyos, la carencia de políticas públicas, la situación económica y la distancia provocan que las familias se disuelvan.

Tal es el caso de una historia difundida en la red social Facebook sobre una niña de 12 años que tiene parálisis cerebral y es cuidada por su abuela en Jilotepec, Estado de México. La madre está encarcelada en Nezahualcóyotl, en la misma entidad federativa, a 101 kilómetros de distancia. No se reúnen porque la situación económica no se los permite, y por la carencia de una silla de ruedas para la hija de la mujer privada de la libertad.

“A la nena no la reciben en ningún centro de rehabilitación. Pido a ustedes puedan apoyar a esta madre con una silla de ruedas. Su esposo murió y ella es el único sostén de sus hijas… No puede ir a verla porque está presa, porque no tiene dinero y tampoco puede moverse con su pequeña que no puede caminar“, se lee en la red social.

“Una silla de ruedas, por favor y, si se pudiera, algún centro de rehabilitación, en el Teletón no la aceptaron y aparte le queda demasiado lejos”.

En las publicaciones, la abuela de la niña refiere que su marido falleció a causa de la diabetes y ella no ha conseguido un empleo… “Me dicen que ‘con la niña no’”.

“Ahora que mandaron lejos a mi hija, menos podré verla y eso me parte el alma, porque no tengo los recursos para viajar hasta Neza Sur Tepozanes“, dice la mujer.

VOLVER A CONOCER A MAMÁ

Aunque hay familias separadas completamente por algún encarcelamiento, la vida ha cambiado para algunas mujeres que han logrado reunirse de nuevo con sus hijos, aunque la etapa no ha sido tan fácil.

Viridiana Molina tiene una hija y dos hijos. Ella fue llevada a prisión el 14 de agosto del 2014 y salió el 20 de febrero de 2019. Fue aprehendida frente a sus gemelos. La acusaban de tráfico de indocumentados, de beneficiarse de dinero de procedencia ilícita y delincuencia organizada, delitos que nunca le fueron comprobados. Estuvo presa en Tepic, Nayarit, y en Morelos.

Su mamá se quedó a cargo de su niña, de 6 años, y dos bebés de 11 meses.

“Yo salgo en febrero… En diciembre tuve mi primera visita en donde conocí a mis hijos, ellos tenían cinco años y, cuando me ven, mi hija, que la dejé de seis años, me conoce luego luego, entre comillas. Me grita ‘mamá’ y los niños sentían miedo de acercarse a mí, ellos decían que no se querían quedar conmigo”, relata Viridiana.

“Es algo que sí impacta a los niños, porque ellos se acostumbraron a una bocina que les hablaba cada 10 días o cada 4 días 10 minutos, que es lo que se habla en los centros federales… En lugar de ellos adaptarse a mí, yo me tenía que adaptar a ellos y no podía comprender qué tenía que hacer con mis hijos. Si yo veía que hacían algo malo, los reprendía y ellos se quedaban como ‘tú no eres mi mamá’. Hay una ruptura muy grande que es muy difícil de sanar”, describe la mujer.

Mientras Viridiana estaba en prisión, comenzaron a hacerle estudios a uno de los niños. Su mamá y su hermano se hicieron cargo de la atención médica y el seguimiento del posible padecimiento que, hasta la fecha, no ha sido diagnosticado.

“Desde que estaba yo en la prisión le estaban haciendo estudios porque decían que era epilepsia silenciosa, entonces, todo el tiempo lo estuvieron llevando a médicos y no le encontraron nada”.

Ahora, dice Viridiana, a sus 8 años de edad, al niño le realizan exámenes porque, debido a los tics involuntarios que presenta, los médicos sospechan que tiene síndrome de Gilles de la Tourette.

“(De la cárcel) poquito me acuerdo. Mi abuelita me llevó y ahí conocí a mi mamá. Mi mamá me llevó a la isla de juguetes. Yo quería que viniera conmigo, no quería que estuviera allá. Estuve feliz, la quería abrazar”, recuerda el niño.

“Mi tita me llevaba al doctor y mi tato me cuidaba, también mi tío Cano, también vivía con mi tita. Me hubiera gustado jugar con mi mamá. Cuando la vi le dije ‘¿Tú eres mi mamá?’ y la abracé”, agrega su hermano.

‘NO QUIERO QUE ESTÉS ENCERRADO COMO YO’

Cuando las mujeres salen de prisión, nada les garantiza que su familia va a estar unida. A veces, la estancia en la cárcel de la cabeza de familia provoca depresión en los hijos que, si no es atendida, deriva en adicciones y distanciamiento familiar.

Micaela vive en Ciudad Juárez, Chihuahua. Fue ingresada a prisión en el 2015 y cinco años después obtuvo su libertad. Estuvo en cárceles de Tepic, Nayarit, y Morelos. El motivo: lavado de dinero, delito que las autoridades no le comprobaron.

Cuando fue encarcelada, dos de sus hijos eran menores de edad y se quedaron a cargo de sus hijas mayores. Y aunque ninguno tiene discapacidad, la depresión que padeció uno de ellos terminó en adicción a las drogas.

“Al más chiquito que dejé fue mi hijo, tenía 12 años, y mi otra hija tenía 16, eran los más chiquitos. Mi hijo iba en primero de secundaria. Él se encerró en su mundo, me dicen que se encerró en el cuarto, que no quería salir, ni comer, nada más en el cuarto, en el celular.

“Yo hablé con ellos destrozada, diciéndoles que si no quería ir a la escuela que no lo obligaran y él dejó la escuela.

Pero hace un mes, cuenta Micaela, a pesar de hablarle con cariño y con la ayuda que trató de darle para que él dejara las drogas, decidió llevarlo a un centro de rehabilitación de adicciones.

“Cuando yo llegué aquí, pues mi hijo el más chiquito ya verlo grande me dolió mucho. Yo hablé con él, lo llevé a terapia psicológica para que el entendiera que yo nunca le di un mal ejemplo de droga, de nada. Yo le había dicho ‘yo no te quiero encerrar, yo no quiero que estés encerrado como yo’”.

FALTAN APOYOS

Aunque niñas, niños y adolescentes que tienen a sus padres en prisión quedan al cuidado, en su mayoría, de sus familiares, las madres que están presas refieren que sienten incertidumbre ante el destino de sus hijos, porque ellas no los pueden supervisar.

Claudia, ex interna e integrante de la asociación Mujeres Libres México, estuvo presa en Santa Martha Acatitla, en la Ciudad de México, por extorsión, asociación delictuosa y corrupción de menores.

Tuvo una condena de 13 años, pero obtuvo un beneficio que le restó dos años de prisión.

Cuando estuvo presa, el hijo de Claudia era cuidado por su abuela materna, quien no decía al niño el motivo real de la ausencia de su madre.

“Es algo muy complicado, ellos no están preparados para recibir una respuesta de ese tamaño, más en chiquitos y adolescentes se convierten en rebeldía total. Mi hijo decía que le habían quitado a su mamá, que se la habían robado y que no era justo”, narra.

“Mi mamá era pensionada y no le alcanzaba con su pensión, los gastos eran grandes y por lo menos yo procuraba que no me visitara frecuentemente”.

Debido a eso, Claudia, igual que Beatriz Maldonado, Viridiana Molina y Micaela, considera que es necesario que haya apoyos por parte del Gobierno e, incluso, en escuelas, para garantizar el pleno desarrollo de los niños, las niñas y adolescentes que tienen a papá o a mamá en la cárcel.

“Sí necesitan los maestros una capacitación para cuando sepan que llega un niño que tiene a papá o a mamá en prisión, porque no están capacitados para tratar a un niño en ese aspecto. Son exigentes, no entienden que a lo mejor no se tiene la economía para útiles o para trabajos que le piden al niño.

“Cuando los niños están en esa situación, mamá o los cuidadores deberían tener una ayuda económica. De esa manera se les podría apoyar para que, de alguna forma, no tanto para que nos ayuden a nosotros, sino de alguna forma ellos, principalmente”.

SIN CIFRAS REALES SOBRE FAMILIAS SEPARADAS

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) 2016, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, hasta ese año había 210 mil 991 personas privadas de la libertad de 18 años y más.

De esa cifra, 199 mil 755, el 83 por ciento, tenían hijos menores de 18 años.

Esa encuesta señaló también que estos niños, niñas y adolescentes residían principalmente con familiares, especialmente con la madre o el padre que quedó fuera de prisión.

Esta encuesta del Inegi se realizaría cada tres años, pero, a 5 años de su primer levantamiento, no se ha vuelto a realizar.

Sin embargo, el 2019, la organización civil Reinserta A.C., publicó el Diagnóstico de Maternidad y Paternidad en prisión, el cual detalla que, a ese año, el 7.5% de las niñas y los niños que vivían fuera de prisión tenía 7 años; el 7.2%, 10 años, y el 7.1% 12 años. El grupo de 1 a 6 años representaba el 27.4%, es decir, que casi una tercera parte estaba en sus primeros 6 años de vida sin la presencia de alguno de sus padres.

También señala que el 49% eran hijas y el 51% eran hijos de madres en prisión, respectivamente.

Y según el Cuaderno Mensual De Información Estadística Penitenciaria Nacional elaborado por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, hasta agosto de 2021, la población penitenciaria ascendía a 222 mil 018 personas, de las cuales 209 mil 441 eran hombres, equivalente al 94.34 por ciento, mientras que 12 mil 577 eran mujeres, es decir, el 5.66 por ciento. Pero no detalla cuántas y cuántos de ellas y ellos tienen hijas e hijos.

A pesar de los esfuerzos que hacen las organizaciones por saber cuántas personas enfrentan el encarcelamiento de la madre o el padre, al mismo tiempo que padecen alguna enfermedad, a la fecha no hay datos exactos.

Se solicitó información a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos sobre este tipo de casos o si tenía conocimiento de alguna queja al respecto y al cierre de la edición no se obtuvo respuesta.

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