Portugal vive su primer día de confinamiento con escuelas abiertas

Portugal vive su primer día de confinamiento con escuelas abiertas

Portugal vive este viernes su primer día de confinamiento nuevamente, una medida que busca frenar los récords de contagios y muertes que está dejando la tercera ola del coronavirus o Covid-19, aunque mantiene abiertas las escuelas y el comercio de bienes de primera necesidad, lo que ha generado estampas de tráfico intenso en las primeras horas.

Desde la medianoche y previsiblemente durante un mes, cerca de 10 millones de portugueses vuelven a tener como consigna quedarse en casa, salvo algunas excepciones, como ya ocurrió la primavera pasada.

Esas excepciones son trabajar (aunque es obligatorio el teletrabajo siempre que sea posible), hacer compras, ir al médico, asistir a ancianos o dependientes, hacer deporte al aire libre individualmente o pasear en la zona de residencia.

Sin embargo, hay una novedad importante con respecto al confinamiento de marzo de 2020: todos los centros educativos se encuentran abiertos, desde guarderías hasta universidades.

Asimismo, todo el comercio de bienes considerados de primera necesidad, desde tiendas de alimentación hasta establecimientos de cosméticos e higiene, de electrodomésticos y electrónica, de periódicos, estancos, floristerías, lavanderías, ferreterías y gasolineras cuentan con permiso para abrir.

Y también los consultorios médicos, los dentistas, las tiendas de productos médicos (como los ortopédicos, por ejemplo), los veterinarios, las funerarias, los bancos, los tribunales, los hoteles, las empresas de alquiler de vehículos, los servicios de seguridad y de reparaciones. Incluso las loterías.

Portugal con “demasiada gente”

Hasta 52 excepciones al confinamiento se han enumerado en medios locales, copados de noticias sobre la presión hospitalaria, en su peor momento desde que empezó la pandemia, disparada en Portugal.

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Desde hace una semana se registran muertes diarias por encima del centenar (el pico máximo fue precisamente este viernes, con 159 muertes), además de que se ronda la barrera de los 10,000 casos.

Portugal se encuentra en su momento más delicado, con un balance que asciende ya a más de 8,500 fallecidos y de 528,400 contagios desde marzo de 2020, cuando el país se adentró en un primer confinamiento que dejó completamente vacías las calles.

Sin embargo, no se ha repetido en las primeras horas del nuevo confinamiento, con un tráfico intenso por la mañana que las autoridades han achacado a la apertura de las escuelas, y muchos más caminantes de los esperados en las calles del centro de Lisboa.

“Esto no es confinamiento ni es nada. Hay demasiada gente”, se lamenta Duarte, parapetado detrás de una mampara en su quiosco de la Baixa. Cuenta que llegó temprano en un metro “lleno” y que al mediodía ya se declara “harto de ver gente”, por lo que duda de la efectividad del confinamiento.

Durante la conversación, dos clientes se acercan y más allá un grupo de albañiles se afana en una obra junto a una de las decenas de tiendas cerradas en la céntrica Rua Augusta, donde una veintena de personas camina, algunas de ellas con la mascarilla bajada.

El café, en la puerta

A pocos metros del quiosco de Duarte, un camarero de una franquicia de cafeterías prepara una bebida que sirve a una clienta a través de una enorme ventana: el “take away” es la alternativa al cierre para las pastelerías portuguesas.

“En esta tienda tenemos la suerte de poder tener una ventana lindísima abierta al público; sin embargo, en otras tiendas fue un poco más complicado porque vamos a tener que servir a los clientes en la puerta, y, más allá de tener que esconder nuestros productos, con el frío se causa una incomodidad al cliente que está esperando fuera”, explica Paula Mendes, supervisora de la franquicia.

Su previsión es que la facturación caiga un 70 % en este mes de confinamiento, cuyo impacto se nota en la primera mañana: asegura que en uno de los locales de la empresa, de los habituales 300 euros en ventas que suman en una mañana, hoy apenas han conseguido 10.

Menos expresivo es Tiago, que atiende a la puerta de otra cafetería y restaurante de una cercana plaza. Han retirado del enorme ventanal los carteles de normas sanitarias para destacar el menú del día para llevar: ternera con champiñones en salsa.

“Va así-así”, resume, mientras ladea una mano. Es uno de los cuatro trabajadores del local, que ha dispuesto una mesa para atender en la puerta y otras dos, una a cada extremo, para que los clientes apuren allí el café y, con suerte, hagan un encargo antes de seguir su camino.

Con información de EFE


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